Personalmente lo echaba de menos, tanto hablar de las bondades de lo digital, yo que he vivido el lado oscuro (aislamiento, soledad, pérdida de relaciones, …), quiero avisar que todo tiene un precio.
Hoy me refiero al libro de Mandfred Spitzer, “Demencia Digital, el peligro de las nuevas tecnologías“. Hace poco ya hice una charla sobre este asunto.
El libro ayuda a reflexionar acerca de como el sobreuso de la tecnología parece que puede estar produciendo un declive cognitivo personal y comunitario.
¿Cuánto más “inteligente” el teléfono, más “bobo” el propietario?
Cada vez es más fácil engañar, recuerda esta movida de la postverdad, vamos es mentira pero lo cuento tanto y tan bien que muchos piensan que es cierto. Con todas sus implicaciones individuales y colectivas.
Vivimos en un mundo interesante sin duda, caracterizado por la sobrecarga de tareas y las ansiedad generalizada.
Todo el mundo se encuentra estresado y reactivo como su hubiera un tigre a punto de comerle.
Sólo si haces de modo consciente y responsable un espacio libre de tecnología, un espacio para desconectar lo digital y reconectar con el mundo que te rodea, abrirás el espacio de silencio que hace falta para poder ser creativo. Ya sea dar un paseo, tener un aprendizaje, escuchar una intuición, valorar una innovación.
Es por esto que es imprescindible aprender a crear espacios (físicos y mentales) de silencio. Libres de ruidos y distracciones externas. Quizá eso es una vida bien vivida.
Con Amor, sonrisas, con un continuo aprender, crecer y aportar.
Son las dos caras de una misma moneda.
Esa obligación que todos tenemos de dejar nuestro planeta algo mejor por el mero hecho de haber tenido la oportunidad de pasar por aqui.
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¿Cuándo fue la última vez que saliste de paseo dejándote intencionadamente el móvil atrás?
¿Cuándo fué la última vez que dedicaste 5 minutos a sólo respirar, sentado en una silla, y sin estar pensando en lo que tenías que hacer después?
¿Cuándo fue la última vez que saliste de paseo dejándote intencionadamente el móvil atrás?. Me costó comprendelo. Te puedo asegurar que ahora lo hago a menudo, disfruto mucho más de momentos sin tecnología, y me engaño menos con eso de la conexión permanente a una realidad ficticia y una urgencia de visión pequeña. Soy más feliz necesitando menos, y caminando más despacio.